«Eso se hizo solo»
Tuya es, oh Señor,
la magnificencia y el poder, la gloria, la victoria y el honor;
porque todas las cosas que están en los cielos y en la tierra son tuyas.
1° Crónicas 29:11.
Se cuenta que el astronauta Kirchner había colocado en su despacho un globo terráqueo de una exactitud sorprendente. Cierto día uno de sus colegas, que era incrédulo, lo visitó. El hombre se detuvo durante un buen rato admirando el pequeño globo: –¿Quién es el autor de este maravilloso trabajo?, preguntó.
–No lo sé, respondió el astronauta. Debe ser producto del azar… –¡Te estás burlando de mí! –Entonces, dijo tranquilamente Kirchner, te parece absurdo que esta pequeña esfera pintada hubiese salido de la nada, pero admites que todo lo que representa proviene del azar. ¡Te contradices!
Esa respuesta sencillamente lógica tuvo el resultado descrito en el siguiente versículo: “Manzana de oro con figuras de plata es la palabra dicha como conviene” (Proverbios 25:11).
Ese hombre incrédulo empezó a leer la Biblia y comprendió el poder de Dios, creador del Universo. ¡Qué maravilla cuando la luz de la palabra divina penetra a través del velo de la razón humana! Incluso el esplendor del universo desaparece ante el de su Creador.
“Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía” (Hebreos 11:3). “¿Dónde estabas tú cuando yo fundaba la tierra?… ¿Quién ordenó sus medidas, si lo sabes?” (Job 38:4-5).