¿Está usted preparado?
Temprano en la mañana, Beatriz recibió una llamada telefónica anunciándole una terrible noticia. Uno de sus amigos, Manuel, un joven con quien había pasado la tarde del día anterior en compañía de otros jóvenes, murió en un accidente al regresar a su casa.
Paralizada por la noticia, Beatriz recuerda a Manuel, ayer alegre y lleno de vida… ¡ahora muerto! «¡Es terrible!», murmuró. Conmocionada, pensó: «¿Y si yo hubiese estado con él en el automóvil?».
De repente escuchó una voz proveniente del exterior y que la hizo sobresaltar: –Beatriz, ¿estás lista? Era la voz de su compañera de trabajo que, como cada mañana, venía a buscarla.
–¡No, todavía no estoy lista, espera un momento!, respondió.
«Beatriz, ¿estás lista?». Esta sencilla pregunta, hecha por su compañera cada mañana, tomó un sentido totalmente diferente en ese momento. Era como si otra persona le hablase, y de un tema muy diferente: el de su muerte.
¿Estaba preparada para morir, para ir a la presencia de Dios? Ante sus ojos pasaron sus pecados, su frivolidad, el vacío de su vida, la incertidumbre con respecto al más allá…
Ahora Beatriz puede responder a esta pregunta, pues depositó su confianza y su fe en Jesucristo. Con la seguridad de que Jesús salvó su alma al llevar sus pecados en la cruz, puede decir: ¡Sí, estoy lista!
“El reino de los cielos será semejante a diez vírgenes… vino el esposo; y las que estaban preparadas entraron con él a las bodas; y se cerró la puerta” (Mateo 25:1, 10).