Fosforescencia
Cuando apago la lámpara de mi mesa, las agujas y los números verdes de mi despertador brillan con intensidad. Pero por la mañana, cuando suena el despertador, tienen tan poca luz que apenas alcanzo a ver la hora. Este cambio de intensidad se debe a que sus agujas y sus números fosforescentes absorben la energía luminosa durante el día, y la restituyen después durante algunas horas en la oscuridad. Pero si el despertador permanece en un lugar oscuro durante el día, por la noche no podré ver la hora.
Lo mismo sucede con nosotros, amigos cristianos. A veces nuestra vida es luminosa, otras veces está muy apagada. Es refulgente cuando, mediante la fe, vivimos cerca de Jesús, la única fuente de luz moral. Pero es tenue cuando nos hemos alejado de él, descuidando la oración y la lectura de su Palabra.
La Biblia compara a los creyentes con luminares (Filipenses 2:15). “Vosotros sois la luz del mundo”, dijo Jesús a los que lo seguían (Mateo 5:14). Pero, ¿de qué luz se trata? De la luz de Jesús. En él está la vida, y él mismo es la luz del mundo (Juan 9:5). El que cree en el Señor Jesús recibe la vida de Jesús. Entonces el egoísmo da paso a la generosidad, el orgullo a la humildad, la indiferencia al amor. Esta manifestación de la vida de Jesús, por muy débil que sea, es un rayo de luz en nuestro mundo sumido en las tinieblas. Vivamos por la fe cerca de Jesús; así podremos reflejar su luz y mostrar su amor.