Incluso si el vigor mengua
Aunque gran parte de nuestra vida solemos apoyarnos en nuestra energía natural, no sucede lo mismo al llegar la vejez. Pero el cristiano, sostenido por la fe, sabe que la Biblia abunda en palabras de aliento para los que han llegado a la edad de la cual se dice: “No tengo en ellos (los años) contentamiento” (Eclesiastés 12:1).
Caleb, a la edad de 85 años, podía decir: “Cual era mi fuerza entonces, tal es ahora mi fuerza” (Josué 14:11). Ana no se apartaba del templo. Allí estaba cuando José y María llevaron al niño Jesús (Lucas 2:36-38). Pese a su avanzada edad y a la soledad de su larga viudez, alababa al Señor y hablaba del Mesías a todos los que estaban esperando la liberación.
Amigos creyentes ancianos, cansados, el Señor quiere enseñarnos hasta qué punto somos débiles, a fin de que sepamos confiar más en él. Cualquiera que sea nuestra discapacidad, no nos desalentemos,
¡Dios quiere ser nuestra fuerza! Solamente con el apoyo del Señor cada uno de nosotros podrá experimentar la promesa de su Palabra: “Aun en la vejez fructificarán; estarán vigorosos y verdes” (Salmo 92:14).
Siempre que nuestro estado lo permita, hablemos en nuestro entorno del amor de Dios, quien “quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad” (1 Timoteo 2:4). Oremos a favor de los que nos rodean. ¡Dios escucha la oración!