La razón del más fuerte
«La razón del más fuerte siempre es la mejor», escribió La Fontaine en su fábula «El lobo y el cordero». Podemos constatar que tenía mucha razón, y nuestro siglo no escapa a esta regla.
Sin hablar del terrorismo que quiere que sus ideas triunfen mediante la violencia, nuestro mundo está totalmente gobernado por la fuerza. Los más fuertes o los más numerosos imponen sus leyes. En la sociedad actual, débiles y vencidos a menudo son oprimidos.
¡Qué contraste con Jesucristo! Cuando estaba en la tierra sólo manifestó dulzura y humildad; no impuso sus enseñanzas. Tenía un poder infinito, sin embargo sólo lo empleó para aliviar y sanar a todos los que venían a él. Incluso cuando fueron a buscarlo con espadas y palos, no mostró resistencia; aceptó ser crucificado para salvar a los que estaban perdidos.
La Biblia declara: Fue crucificado en debilidad (2ª Corintios 13:4). Pero Dios le resucitó de los muertos y le ha dado gloria para que vuestra fe y esperanza sean en Dios (1ª Pedro 1:21). A la aparente razón del más fuerte, él respondió mediante la razón del amor.
Aún hoy Dios no impone nada al hombre, sino que en su bondad le insta a que se arrepienta y reciba el perdón de sus pecados, porque Jesucristo murió para expiarlos. No hay mayor pecado ante Dios que despreciar la humildad y el amor de su Hijo.