Las bienaventuranzas

Las bienaventuranzas expresadas por el Señor Jesús en el evangelio de Mateo (cap. 5:3-12) hacen eco a las numerosas bienaventuranzas del Antiguo Testamento. Se trata de promesas que Jesús hizo a sus discípulos, y son válidas para todos los que ponen su confianza en él.

Esas promesas de felicidad nos sorprenden y tal vez nos desafían. ¿Cómo puede uno estar verdaderamente feliz cuando pasa por las aflicciones mencionadas en Mateo 5? Jesús nos dio ejemplo y comprende nuestros sufrimientos. Él no menosprecia nuestras lágrimas, pero nos promete una felicidad duradera, incluso eterna, porque esa felicidad refleja ya algo del “reino de los cielos”.

Esta es la promesa de la primera bienaventuranza: “Bienaventurados los pobres (o los humildes) en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos”.

Esta promesa del reino de Dios no es anunciada a los que se creen ricos, a los que están satisfechos de sí mismos y a menudo son orgullosos, sino a los humildes, a los que no tienen nada que hacer valer, ni buenas intenciones, ni actos generosos. Van a Dios con las manos vacías, para recibir por la fe su perdón y entrar en su reino.

Ese reino designa una realidad nueva inaugurada por la venida de Jesús. Esa realidad aparece donde no domina más la contienda, los celos, sino la justicia, la paz, el gozo (Romanos 14:17). Nace primeramente en nuestro corazón, cuando reconocemos el señorío de Cristo, la autoridad de su amor en nuestra vida.

Editor

Rafael Navarro, es Comunicador Social- Periodista de origen colombiano, ha trabajado por más de 30 años en medios de comunicación en español, tanto en Colombia como en Estados Unidos, en la actualidad es editor del periódico El Nuevo Georgia.

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