Los tres tronos
La epístola a los hebreos va dirigida a creyentes salidos del judaísmo. Una vez convertidos al cristianismo, tuvieron que soportar la oposición e incluso la persecución, ya que algunos fueron despojados de sus bienes (10:34).
Para que no se desanimasen (12:3), el autor de la carta los invita a acercarse al trono de la gracia (4:16). Sí, lo que verdaderamente necesitamos es la gracia de Dios. Nos acercamos por medio de la oración y recibimos el socorro en el momento oportuno.
El capítulo 5 del Apocalipsis nos presenta una escena futura. Estaremos ante otro trono, un trono de gloria establecido en el cielo y ocupado por el Cordero de Dios, Jesucristo, Aquel que fue rechazado por el mundo pero a quien Dios dio la gloria.
Los ancianos, quienes representan a los que creyeron, se postran ante él, lo adoran y cantan un cántico nuevo en honor a Aquel que los salvó (v. 6-9).
Apocalipsis 20:11 nos muestra el gran trono blanco, que es un trono de juicio. El que está sentado es Aquel a quien Dios dio todo el juicio: su Hijo (Juan 5:22).
Todos los muertos que están ahí son juzgados por una justicia divina que no puede tolerar el más mínimo mal. La única forma de escapar de ese juicio y del infierno es ser purificado por la sangre de Jesús. ¡Ahora es tiempo para creer en Jesús!