No nos equivoquemos de fe
¿En qué consiste la fe? ¿Se trata de una especie de abdicación de la inteligencia que reconoce sus límites y admite la existencia de un Ser superior? El hecho de pensar esto conduce a restringir la fe a la simple creencia en un Dios supremo y creador, pero indiferente a su criatura.
Reprochando a sus discípulos su falta de fe cuando calmó la tempestad, Jesús no los acusó de haber dudado de su poder, ¡y eso que habían sido testigos de tantos milagros! Les reprochó que hubiesen dudado de que quisiese el bien de sus criaturas. A menudo la incredulidad consiste en pensar que Dios no nos ama lo suficiente para intervenir a nuestro favor.
Otros consideran la fe como una gracia o una disposición innata que sería inútil tratar de buscar. ¡Esto significa considerar al hombre como un ser irresponsable! También es olvidar que, como criatura, debe rendir cuentas a su creador. ¿Qué hace de ese deber de obediencia hacia Aquel que “ahora manda a todos los hombres… que se arrepientan”? (Hechos 17:30).
La fe es aceptar el ser amado por Dios; es recibir el amor que mostró hacia el hombre cuando “envió a su Hijo unigénito al mundo” (1 Juan 4:9). Es aceptar al Salvador que dio y apropiarse de las maravillosas consecuencias de la obra que cumplió en la cruz a favor de los que creen.
La fe es escuchar y creer lo que Dios nos reveló en la Biblia.