Seamos agradecidos
En un pueblo de la sabana, un misionero acababa de instalar un panel solar en el techo de una cabaña. La tarde pasó y la noche llegó. Toda la familia se reunió en el interior de la cabaña para ver ese prodigio: ¡una simple bombilla que colgaba de un cable iluminaba toda la habitación!
Entonces el padre de familia se levantó y oró: «Padre celestial, ¡muchas gracias por darnos esta luz! Por favor, ayúdanos a no enorgullecernos porque somos los únicos del pueblo que tenemos esta instalación».
Yo mismo tuve hace poco una experiencia totalmente diferente: un problema del teléfono hizo que no pudiese emplearlo durante tres días. Esto me irritó mucho, y en verdad no recuerdo haber dado gracias a Dios cuando el teléfono volvió a funcionar.
Como estamos acostumbrados al bienestar material que consideramos normal, ¿valoramos debidamente las bendiciones diarias de Dios? Ahora pido a Dios que me ayude a no acostumbrarme a mi comodidad a tal punto que olvide dar gracias a Dios por ello. Y le pido que me enseñe a estar contento en todas las circunstancias de la vida (Filipenses 4:11-12).
“Y la paz de Dios gobierne en vuestros corazones… y sed agradecidos” (Colosenses 3:15).
El apóstol Pablo experimentó lo siguiente: “Sé vivir humildemente, y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Filipenses 4:12-13).