Una frase sin terminar
En el puesto de un vendedor de libros observé intrigado a un hombre que estaba mirando los libros de segunda mano. Entonces me acerqué y le pregunté:
–¿No encuentra lo que busca?
–¡Efectivamente! Hace muchos años que estoy buscando un libro, sin lograrlo.
–¿Puedo ayudarle? ¿Cómo se llama el libro?
–¡Ese es precisamente el problema, no lo sé! E inmediatamente sacó de su bolsillo una hoja amarillenta y arrugada.
–Me gustaría encontrar el libro de donde proviene esta página, pues quisiera saber el final de esta frase.
La frase era la siguiente: “Porque Cristo, cuando aún éramos débiles, a su tiempo…”. Faltaba la continuación. Entonces le dije: –Es una página del Nuevo Testamento, tengo ese libro en mi casa, ¿quiere venir a consultarlo?
Abrí el Nuevo Testamento y comparamos el texto de la página arrugada con el texto bíblico de Romanos 5:6. –Mire, le dije, ¡es exactamente igual! Lea usted mismo la continuación.
El hombre susurró sorprendido: “murió por los impíos”.
Entonces le expliqué: –Así es, Jesús no murió por quienes se consideran justos e irreprochables ante Dios. Él murió por mí, por usted.
Solo necesitamos ser un poco honestos y reconocer cuán a menudo desobedecemos voluntariamente a Dios con nuestros pensamientos y actos. Pero no se desaliente con esta constatación.
Piense también en la primera expresión: “Porque Cristo, cuando aún éramos débiles…”. Él murió por los que reconocen su culpabilidad.