“Marea blanca” se toma las calles de Atlanta
Por: Rafael Navarro- ENG
La quietud de la vieja ciudad,– a la hora en que los homeless reciben sus raciones de desayuno en las iglesias y los centros de caridad adyacentes al capitolio y las cortes estatales-, se quebrantó, el silencio de las calles por donde un día el revendo Martin Luther King paseaba con sus sueños a cuestas fue roto por una algarabía de voces que ya no hablaban en su idioma, ni tenían ese acento sureño de su lucha.
A esa hora, 10 de la mañana, la ciudad reconstruida sobre sus propias cenizas y cuya historia está ligada a ese Sur Profundo que identifica sus antiguas batallas por los derechos de los esclavos se convirtió en un rio humano que ya no era blanco, ni era negro, llevaba dentro de sí, el color de todas las razas, el sabor de todos los orígenes y el ímpetu de todos los pueblos que a fuerza de su sacrificio han cambiado la historia de toda la nación.
Atlanta este primero de julio, se vistió de blanco con más de 20 mil almas gritando en una sola voz “Sí se puede”, recordando en una sola voz, “Obama, escucha, estamos en la lucha”, reclamando en una sola voz “Educación no deportación”, dejando claro que “Aquí estamos y no nos vamos”, y dejándole saber al gobernador y a los legisladores que “No tenemos miedo”.
Atlanta este primero de julio, se envolvió en una marea blanca que recordó a los líderes de los derechos civiles de este país; que recordó los principios de Libertad, Igualdad y Justicia que dieron origen a su constitución. Los hispanos este primero de julio, dejaron atrás el temor y la persecución y salieron a exigir una reforma migratoria.
El color de la piel ya no importaba, una pancarta recordaba en el idioma de Shakespeare que Brown is beautiful “El moreno era maravilloso”, otra con una foto del doctor King, le pedía a Obama que hiciera honor al sueño del reverendo que ofrendó su vida en la lucha de los derechos civiles; otras rechazaban el odio, otras simplemente mostraban un lacónico lamento de una comunidad perseguida por la injusticia.
Más de 20 mil almas se dejan sentir
La policía calcula que en la marcha que inundó de blanco las calles de Atlanta podrían contarse entre 25 mil y 30 mil personas, y que entre 12 y 15 mil se quedaron finalmente resistiendo los rayos de un inclemente sol en pleno medio día de verano, mientras desde la tarima los ánimos subían de tono de acuerdo a cada orador que intervenía.
El reverendo McDonalds, compañero de lucha del reverendo Martin Luther King, volvió a tronar su voz como en sus mejores tiempos. “Ya yo he vivido esto…yo sé lo que ustedes sienten, yo también he estado con ustedes…ustedes hoy no están solos”, dijo el reverendo mientras a casi 92 grados el sol comenzaba a hacer mella sobre los primeros manifestantes.
Una mujer que había recorrido la milla y media entre las calles Washington, pasando por la Michell, bajando por la Spring y finalmente regresando por la Trinity Avenue, fue la primera en desmayarse; las sirenas de las ambulancias sonaron, los voluntarios la auxiliaron a tiempo, los socorristas le prestaron la atención debida, después, fue otra y otra, pero el fervor no se apagaba, las arengas subían de tono, el entusiasmo se desbordaba.
Hubo sonrisas, hubo gestos de dolor, hubo lágrimas en los ojos cuando Mario, un descendiente indígena llegado de Oklahoma contó con voz entrecortada parte de la historia de su pueblo que fue arrancado de las montañas de Georgia por la mano de los “blancos”, y comparó al gobernador de Georgia Nathan Deal con los extremistas de aquella época negra de la nación cuando se exterminaron a las tribus indígenas.
“Mis antepasados vivieron en estas tierras justamente donde hoy es Atlanta, y de aquí fuimos expulsados, de aquí fuimos arrancados y mandados a Oklahoma, en el camino muchos murieron, eso es lo que quieren hacer ahora con ustedes”, dijo mientras anunciaba entre sollozos una oración tradicional de su pueblo indígena.
No terminó de orar, cuando la multitud levantó el puño derecho en señal de resistencia, en señal de solidaridad, en señal de respeto, en señal de lucha, pero mientras los brazos se levantaban con el puño cerrado, los corazones adentro conmovidos dieron paso a las lágrimas y luego al júbilo.
“Tú puedes Mario, tú puedes…” gritaba la gente cuando Mario sollozaba y finalmente cuando terminó, la marea blanca levantó sus brazos y las golondrinas que habitan en las cúpulas de las iglesias vecinas, levantaron su vuelo atolondradas por el bullicio de la multitud pidiendo justicia.
…Y las paredes retumbaron!
Ya se había agotado la existencia de botellas de agua cuando a la tarima subió Pedro Marín, el único representante estatal en la legislatura que desde el 2003 ha venido dando la pelea en el interior del capitolio, ayudando a frenar iniciativas lesivas a la comunidad inmigrante.
La gente conoce a Pedro y saben que ha sido un bastión importante en la lucha que él ha asumido como propia. Cuando estuvo al frente del micrófono se hizo silencio, pero cuando éste arengó a los presentes, su deseo se hizo realidad.
“Nosotros necesitamos hacer que estas paredes tiemblen”, y mostró con su mano derecha hacia el capitolio, justamente donde él junto a un reducido número de políticos, han atajado innumerables leyes racistas.
“Nosotros necesitamos que estas paredes del capitolio retumben con un, si se puede!”, dijo Marín y de extremo a extremo entre las calles Trinity y Washington, una sola voz le respondió, “Sí se puede!”, “Sí se puede!”. “Sí se puede!”.
“Nosotros hoy somos la voz de muchas comunidades inmigrantes de otros continentes, como el asiático, el africano, personas que llegaron aquí con visa y se quedaron sin ella…nosotros aquí también los representamos a ellos, también luchamos por ellos”, dijo Marín.
Y las palabras del legislador fueron corroboradas por Kim, una estudiante indocumentada de 19 años, que llegó a este país, pensando que había llegado para cumplir sus sueños de “Sinderella” y se encontró con una realidad distinta.
“Mis padres me trajeron pensando que llegábamos a la tierra de la libertad, a la tierra de los sueños, a la tierra de las historias que se hacen realidad, atraídos por todo lo que ahora no tenemos”, dijo la joven, mientras en la multitud otra joven que lucía en su cuello una bufanda con los colores de la bandera mexicana le respondía a voz en cuello: “I feel like you” y aplaudía apropiándose de las palabras que ella sentía como suyas dentro de su propio ser.
“Esta calle es nuestra…”
Casi al borde la locura y al filo de la una de tarde cuando el calor de había vuelto casi insoportable, la paternal imagen de Teodoro Maus, fundador y presidente de la Alianza Latina de Georgia por los Derechos Humanos—GLAHR, aparecía en la tarima y un apoteósico grito se apoderó del lugar:
“Teodoro”, “Teodoro” “Teodoro”, gritaba el coro enardecido, y el arquitecto Maus con la mesura que a veces le caracteriza correspondió a su gente con voz pausada serena.
“Dicen que somos casi 30 mil, de pronto somos 25 mil…” alcanzó a decir cuando fue interrumpido por grito de júbilo seguido por un “Aquí estamos y no nos vamos”, coreado hasta el cansancio.
“Esta calle es nuestra…” decía cuando otra vez fue ovacionado y luego prosiguió.
“Esta calle es nuestra, solo vienen a limpiarla de vez en cuando, pero esta calle le pertenece a la comunidad latina…es donde nos juntamos, donde decimos y donde marcamos el camino que vamos a seguir”, dijo interrumpido otra vez por los gritos y las consignas, refiriéndose a la calle al frente del capitolio donde se han llevado a cabo decenas de manifestaciones por parte de la comunidad inmigrante.
“Vamos a buscar el camino a una reforma migratoria justa, por eso queremos decirle a todos los que nos quieren sacar de aquí, que aquí estamos y no nos vamos…!”
“El pueblo unido, jamás será vencido”
Jorge Huertas un joven de origen indígena de descendencia Maya quien reside en la ciudad de Cantón, a unos 45 minutos al norte de Atlanta, dice que la experiencia vivida durante la marcha de este primero de julio fue inolvidable.
Tenemos que seguir luchando, por eso estamos aquí…” dijo Huertas quien lleva 6 años residiendo en el estado de Georgia.
Junto a él Martín Altamirano de Honduras y Salvador Zamora, quienes iniciaron el viernes primero de julio una huelga de hambre para llamar la atención de las autoridades en relación al problema de los inmigrantes, están seguros que solo con la participación de todos puede haber un verdadero cambio.
“Iniciamos esta huelga en apoyo al Día del Incumplimiento, pero vamos a seguir en apoyo a los estudiantes que luchan por el Dream Act”, dijo Altamirano, refiriéndose al proyecto de ley conocido como “Acta de los Sueños” que permitiría que unos 4 millones de jóvenes sin documentos, puedan ir a las universidades y luego arreglar su estatus migratorio.
Salvador viene de Nevada y hace dos años llevó a cabo una caminata entre Los Ángeles California y Washington por más de 7 meses, ahora está en Georgia apoyando a la comunidad y llamando al presidente para que pare las redadas contra los inmigrantes indocumentados.
Estas son las muestras a las que Adelina Nicholls, directora de GLAHR, llamó como las decisiones del pueblo que cambian el curso de la historia, porque se hacen a peso de lucha y de unión.
“Hoy ha sido un despliegue impresionante, la muestra de unidad en el estado de Georgia por la comunidad latina”, dijo Nicholls cuando le tocó cerrar la manifestación. Para esa hora el número de asistentes estaría entre los 8 mil y los 10 mil.
“El día de ayer los comerciantes unidos en apoyo a la dignidad de sus consumidores, a la dignidad de la comunidad inmigrante, dijeron presente, esto es lo que hace la fuerza”, dijo mientras los aplausos y los vítores le marcaban el ritmo, entonces le preguntó a la multitud:
“¿Que hace la unión?” y la gente respondió: “La fuerza”, ¿qué hace la unión?”, preguntó de nuevo y la multitud volvió a corear: “La fuerza!”
“Finalmente estamos aquí para decirle al gobernador Deal que no tenemos miedo…Hoy la HB 87 habla de esta política del gobierno del estado en contra de la comunidad inmigrante… y busca marcare el precedente para la comunidad trabajadora, pero hoy sabemos que con HB 87 o sin ella nosotros vamos a permanecer porque la unión hace la fuerza..”, dijo.
A un grito de “No tenemos miedo” de los manifestantes, Nicholls prosiguió:
“Hoy tenemos aquí a gente del sur de Georgia que vino a denunciar el acoso policial…sabemos que nuestra lucha tiene que continuar…la HB 87 no va a impedir el movimiento del pueblo porque es el pueblo el que genera el movimiento y los cambios…”
Entonces habló de las políticas del presidente Obama: “Hoy estamos aquí para gritarle al presidente Obama su falta de compromiso por una reforma migratoria, nosotros el pueblo la demandamos.
Al presidente queremos decirle que no queremos seguir siendo tratados como ciudadanos de segunda clase, queremos enviarle también el mensaje que nosotros buscamos de él que cancele los programas 287 (G) y Comunidades Seguras que tanto perjudican a toda nuestra comunidad”.
Más adelante cuando requirió pedir ayuda porque la fatiga y las emociones juntas de dos días de arduo trabajo y de varias semanas sin descanso, Nicholls arengó a la multitud de nuevo.
“Un pueblo unido…”, gritó varias veces, y el coro respondió a voz en cuello completando la frase: “Jamás será vencido”.
“El compromiso de hoy es que no vamos a callar, el compromiso de hoy es regresar a nuestras comunidad a organizarnos y movilizarnos…Queremos decirle a quienes aquí no nos quieren que no nos vamos a ir, que no tenemos miedo, y que si nos vamos no nos vamos a ir arrodillados, nos vamos a ir con la frente en alto dando la lucha…” exclamó al tiempo que retumbaba una y otra vez en las paredes del capitolio la voz de los que “no tienen voz”:
“Un pueblo unido jamás será vencido”, “Un pueblo unido jamás será vencido”, “Un pueblo unido jamás será vencido”.