Ignacio Montoya: El hombre que hace mover las montañas
Por: Rafael Navarro- El Nuevo Georgia News
Cuando termino de ajustar el nudo de su corbata, noto que ha quedado mejor de los que suelo hacerme cualquier día y a la carrera frente a cualquier espejo. En ese momento el reflejo soy yo mismo y el hombre que está frente a mí, termina de ponerse la última prenda de su vestido de gala azul, especialmente escogido para ese día.
Acaba de cumplir 28 años el pasado 3 de diciembre, y seis desde aquella noche del 4 de diciembre de 2012 cuando regresando de una charla en su universidad, y faltándole unos 700 pies para llegar a su casa, un automóvil se le atravesó en el camino y de ahí en adelante su mundo se apagó, para volver a ver la luz casi tres meses después.
“Estuve muerto por tres meses”, me dijo cuando le pregunté sobre sus recuerdos y el origen de su parálisis en un 95% de su cuerpo.
Debido al accidente que sufrió, tuvo serias complicaciones de salud que comprometieron su movilidad, solo puede mover su brazo izquierdo, un poco el derecho y del cuello hacia arriba, el espacio en su espina dorsal que quedó sin afectar fue tan mínimo, que pocos milímetros más y queda en estado cuadripléjico, según le dijeron sus médicos.
El guion de una película
Como buen cubano, Ignacio es buen hablador y no tiene reparo en contar su historia desde que tiene uso de razón. A los 5 años aun viviendo en la isla, su madre falleció y ya sin poco que hacer allá, su padre, quien también se llama Ignacio, aplicó para la lotería de visas y se la ganó.
En 1997 junto a su padre, salieron rumbo a Estados Unidos, cuando solo tenía 6 años, y ese viaje lo marcó para siempre, anidando en su mente y en su ser, el sueño de ser piloto.
“No era solo un sueño, era mi sueño, la meta que siempre tuve”, me dijo en el 2014 cuando fui a despedirlo también, esta vez para su graduación en Administración de Negocios.
Se graduó de Brookwood High School en Snellville con notas que le permitieron acceder a becas universitarias, con las que asistió a Georgia State University y Georgia Tech.
Su relación con la Fuerza Aérea de Estados Unidos comenzó como un Cadete, contratado cuando hacía su primer año de universidad en el Cuerpo de Entrenamiento de Oficiales de la Reserva de la Fuerza Aérea, asistió a la Universidad Estatal de Georgia y se matriculó también en el Instituto de Tecnología de Georgia—Georgia Tech.
Pero el accidente de 2012 le dio un vuelco a su vida por completo, y aunque todavía admite que sus sueños de volar lo impulsan todos los días y que “todos los días vuela” sabe que el compromiso que ha adquirido, ya no con él, sino con la humanidad, es inobjetable.
Los sueños son posible
En el 2013, Ignacio nos dijo que, debido a su condición física, no quería esperar a que alguien se le presentara con una maquinita para que él volviera a caminar o cualquier cosa.
“Yo quiero ponerme a diseñar mi propia máquina y no depender de nadie…esa sería una nueva meta para mi vida…”, por eso se matriculó en la Maestría de Ingeniería Biomédica de Georgia Tech, donde con el apoyo de muchos, ha logrado obtener su grado recientemente.
“Estamos encantados de designar a Ignacio como nuestro graduado y embajador del programa número 100”, dijo Gourisankar, profesor de la práctica en Georgia Tech.
“Él ha demostrado una ética de trabajo, un compromiso, una pasión y una perseverancia estelares contra todo tipo de adversidades en su vida, mientras persigue implacablemente sus pasiones. Estoy muy orgulloso de este joven”, advirtió.
Al preguntarle a Montoya cómo se sentía ahora, su respuesta fue inmediata.
“Me siento fantástico…en el 2014 yo había prometido continuar con mi Maestría y lo he logrado”, dijo.
Parte ahora de su desafío, es montar y dirigir su propia institución médica para pacientes con necesidades especiales como él, que han quedado dependiendo de una silla de ruedas sin que el sistema de salud del país los ayude más allá de pretender llevar “una vida digna”.
“Esa es mi siguiente lucha, lograr que los seguros atiendan más allá de lo que hacen ahora, porque en mi caso, una vez me dieron el diagnóstico, prácticamente ya no hicieron nada por mí”.
Su universidad escribió recientemente en un artículo, que Montoya “Está decidido a llegar tan lejos como su cuerpo y su mente le permitan, física y mentalmente, quiere abordar los obstáculos que se interponen en el camino de los pacientes con lesiones de la médula espinal”.
Yo le acompaño aquel medio día oscuro y helado de diciembre, mientras su asistente termina de acomodar su traje, cepillar su cabeza y sacudir sus hombros hasta asegurarse que todo está casi perfecto y es hora de salir para su cita en Georgia Tech.
La memoria dará cuenta en los anales de esa Alma Mater que un 14 de diciembre de 2018 y tras un día en el que el cielo pareció haberse desocupado con la lluvia, el auditorio entero se puso de pie y tras una larga ovación, el graduado número 100, erguido sobre su silla de ruedas recibía su título de Maestro en Ingeniería Biomédica, abonando con ello el terreno, para una larga carrera de éxitos que apenas empieza.
Foto:
Ignacio junto a su hermana, su sobrino y su abuela, quienes le acompañaron en la ceremonia de graduación.