Los Granadeño: Una familia que huye de las pandillas
Por: Rafael Navarro-ENG.
Ana dice que desde pequeña ha tenido que trabajar para ayudar a sus siete hermanos menores y eso lo hace desde que tiene uso de razón en su natal Herradura, en el departamento de La Paz Zacateculula en El Salvador. Ahora su afán no son las labores que debe realizar sino la responsabilidad que lleva entre pecho y espalda.
Ana decidió un día venirse a Estados Unidos para seguir ayudando a su familia y darle una mejor vida a
su hijo mayor, pero en el camino encontró al que le pareció sería el hombre de su vida con quien decidió juntarse en México, país en el cual se quedó por varios años y donde procreó otros dos hijos.
Pero el destino parecía no estar de su parte y los años que vivió en el país azteca fueron lo más parecido a un infierno.
“Era maltratada a toda hora y amenazada por mi esposo y por su familia”, dice Ana, quien recuerda que un día decidió fugarse y seguir el camino que había dejado empezado años atrás, con tan mala suerte que el coyote que contrató para que la cruzara a Estados Unidos era conocido de su suegra y cuando llegaron a un refugio en la frontera, al primero que encontró fue al hombre del cual estaba huyendo.
La travesía y “la libertad”
Descubierta y sin alternativa decidió volver a juntarse al padre de sus dos niñas e iniciar el camino hacia Florida, donde los golpes y los malos tratos siguieron hasta que luego de un grave percance no dudó en denunciarlo y cooperar con las autoridades quienes le recomendaron tramitar la Visa VAWA, (Violence Against Women Act.)
La visa le permitió traer a sus niñas que para ese entonces estaban en El Salvador al lado de sus abuelos, sus hermanos y sobrinos, ignorando lo que sucedía alrededor de los mismos hasta que poco a poco se ha ido enfrentando a una realidad que le habían ocultado.
Lo que no se imaginaba
El día que El Nuevo Georgia habló con Ana, estaba consternada al conocer parte del drama que ha tenido que vivir su familia e incluso sus niñas y sobrinos.
“A mí no me decían nada, hasta ahora que he ido descubriendo cosas y atando cabos entiendo por qué mis niñas sufren de pesadillas todas las noches”, dice.
Lo último que acaba de pasar en la vida de esta familia, es que hace dos meses, una de sus hermanas mayores con sus tres hijos, uno de 4 años y un par de gemelos de solo un año y sus dos hermanos de 22 y 16 años, llegaron un día por la frontera con Texas sin avisarle.
“Recibí una llamada donde me decían que mi hermana estaba detenida por inmigración, y mis dos hermanos y mis sobrinos y yo dije, no, debe estar equivocado porque ellos no se han venido”, recuerda que le dijo a la persona que le había hablado.
Pero fue cierto, era parte de su familia. Su hermana fue liberada y trasladada a Atlanta para que se reuniera con ella mientras seguía el proceso migratorio, a su hermano de 16 años se lo entregaron del Refugio Casa Hogar de Texas hace dos meses, pero a su hermano de 22 lo mantuvieron retenido y lo trasladaron al Centro de Detención de Stewart, donde espera por ser deportado.
“Lo van a matar”
Roberto Carlos Granadeño Bernal, o “Kotto Bernal” como lo conoce su círculo de amigos en El Salvador es gay y su condición fue el motivo de salir huyendo de su país, porque según lo cuenta Ana y parte de los documentos que tiene en su poder, ya las maras lo han atacado y según contó el mismo afectado al juez que lo asistió en la primera corte de inmigración, los pandilleros le cortaron el pelo y lo violaron.
“Imagínese en mi familia nadie sabía eso, y lo peor es que le dijeron que la próxima vez lo iban a hacer pedacitos”, contó su hermana desconcertada.
“Yo tengo mucho miedo de que lo deporten porque sé que lo van a matar, yo le dije al juez que mejor me lo entregara muerto aquí para yo enterrarlo, porque allá ni eso vamos a poder hacer”.
Pero el único que tiene miedo y huye de las pandillas no es Kotto, su hermano Amilca dijo a El Nuevo Georgia que los delincuentes han ido a la casa de sus padres a decirles que debían entregárselo para “enseñarlo a ser hombre de bien” como son ellos, y que si éstos se oponían de todos modos cualquier día se lo iban a llevar.
“Ellos han matado a otros de mis compañeros de colegio porque no han hecho lo que le han dicho”, dijo el chico un poco tímido y renuente a dejarse hacer fotos de frente, por el miedo de ser reconocido.
Con todas las emociones fuertes que Ana había recibido con el testimonio de sus hermanos y las historias de miedo de su hermana, aun le faltaba por escuchar otra que le aumentaría su angustia y que le dio una explicación a las pesadillas de sus niñas de 8 y 9 años.
“Mi hermana me contó que un día al frente de la casa de mis papás los pandilleros se encontraron a una pareja, la mujer estaba embarazada y ahí frente a todos los mataron y mis niñas y mis sobrinos vieron eso”, dice Ana visiblemente afectada.
Por eso, dice que regresar a su hermano Kotto a El Salvador es lanzarlo a una muerte segura y que no sabe qué hacer.
“La gente cree que uno solo se viene para acá porque quiere, pero no saben lo que uno tiene que vivir, las pandillas no respetan ni a los niños, ni a los ancianos, ellos solo van y asesinan, roban y hacen lo que quieren y en un pueblo como el de nosotros no hay autoridad”, concluye.