“¿Vas a llorar otra vez?”
Por: Rafael Navarro- ENG.
Con la inocencia de sus seis años Alondra se acerca a su padre José Guadalupe Díaz y le pregunta ¿vas a llorar otra vez?, el hombre con los ojos húmedos la ve y trata de sonreírle, le extiende su mano y antes de que la pequeña la alcance vuelve a exclamar “yo también lloro por Steven”. Los que estamos ahí, guardamos silencio…
Al igual que su progenitor la menor lleva una camisa negra con la fotografía de su hermano en la que éste luce un uniforme del equipo de béisbol de Los Ángeles, debajo de la misma se lee: “R.I.P. Steven Díaz”. Sobre el vecindario una leve llovizna no alcanza a persuadir a las decenas de personas que se han dado cita a la vigilia para recordar la memoria del chico que hasta hace poco deslumbraba a todos con su buen humor.
Un hombre vestido de negro lleva hasta el lugar donde han improvisado un pequeño altar, un ramo de rosas blancas, las acomoda al lado de un retrato ampliado de la víctima y por un momento se queda extasiado mascullando unas palabras que nadie alcanza a oír, pero seguramente él espera que Steven las escuche.
Alrededor ningún rostro ha sido ajeno a la tragedia, hombres adultos, jóvenes, mujeres, niños y ancianos muestran su cara de dolor y sobre algunas mejillas ruedan las lágrimas del pesar por la partida temprana; por momentos se hace silencio y un par de matronas elevan oraciones de consuelo y piden por el descanso del alma del pequeño Steven.
“Me dijo ayúdame!, y lo abracé”
Norma Leticia Galindo, recuerda como la tarde del 22 de julio pasó a recoger a su hijo de 13 años del entrenamiento de fútbol y lo llevó a casa, después de eso la mujer se dedicó a las labores cotidianas del hogar hasta entrada la noche cuando Samaria, la hija mayor pidió a su hermano que le ayudara a tirar la basura y a inflarle una de las llantas de su camioneta.
En esas estaban afuera de los Bradford Ridge Apartments en Forest Park cuando un vehículo SUV de color rojo se detuvo frente a ellos, dos sujetos se bajaron pidieron las llaves del auto y todas las pertenencias que tuvieran. Esa es la versión que ha entregado Samaria y sobre la cual las autoridades vienen trabajando.
Lo que pasó después fue que, los sujetos, al parecer con parte del rostro cubierto ingresaron al vehículo y trataron de encenderlo pero éste no respondió, entonces frustrados arrebataron una cadena de oro que la joven llevaba en su cuello, golpearon el carro con un bate de béisbol y cuando ella junto al menor intentaron huir sonó un disparo.
Samaria dice que habiendo agarrado a su hermano de la mano para ponerse a salvo dentro del apartamento que estaba a escasos pies del incidente escuchó cuando éste le dijo que le habían disparado y se desplomó en el piso, lo que siguió, ya no alcanza a narrarlo sin que rompa en llanto y tenga que tomar nuevos impulsos para soportar lo que le anuda el pecho y proseguir.
“Me dijo: Ayúdame…corrí y lo abracé y traté de reanimarlo, pero ya no pude” Eran casi las 11 de la noche y a esa hora, tanto su padre José Sr, como su hermano José Jr, habían alcanzado a percatarse de lo que sucedía, entonces salieron confundidos.
“Yo no sabía si correr detrás de ellos (los ladrones) o ir a ayudar a mi hijo”, dijo José Díaz oriundo de san Luis Potosí en México, quien lleva alrededor de 17 años residiendo en Estados Unidos.
Por su parte su hermano, dice que alcanzó a correr detrás de los asaltantes y que uno de ellos le apuntó con un arma, pero ésta ya no estaba cargada.
“Ellos me apuntaron y les dije disparen, pero no tenían más balas”, recordó el joven. Como consecuencia de las heridas recibidas por los perdigones disparados, Steven, quien estudiaba octavo grado en la escuela intermedia, falleció a los pocos minutos.
“El niño es de aquí y él se va a quedar aquí…”
Norma Galindo, trata de mantenerse en pie, lleva alrededor de 12 horas sin dormir, llora pero al mismo tiempo saca fuerzas y atiende a quienes llegan a compartir con ella estos momentos de angustia, de pronto se funde en un abrazo interminable con una de sus comadres y la vence el llanto nuevamente, se estremece pero no claudica, después da entrevistas y en medio de cada recuerdo lucha contra el desasosiego.
“Steven era un niño muy listo, muy alegre, era el que nos hacía reír a todos” nos dice en un momento de calma, luego recalca lo buen estudiante que era. “Nunca tuvimos que estar detrás de él para que estudiara, le gustaba el estudio…”
El chico era inquieto y activo, practicaba boxeo, fútbol americano, fútbol soccer y le gustaba el béisbol.
“Tenía muchos amigos y amigas, estaba siempre atento de todos, todos los querían”, dice Galindo.
Hasta la noche del martes, el cuerpo del menor no había sido entregado a sus familiares, tanto José su padre, como Norma la madre concuerdan en que, no enviarán los restos de su hijo a México, porque él había nacido aquí y quieren que aquí descanse.
“El niño es de aquí y él se va a quedar aquí…” dijo sin dudarlo su madre. Ahora lo que esperan es que las personas de buen corazón los puedan ayudar económicamente, porque tanto ella como su esposo no tienen un trabajo estable y los gastos que se avecinan no tienen forma de cubrirlos.
Si usted quiere cooperar haciendo alguna donación a la familia Díaz Galindo, pueden hacerlo en la cuenta de Bank of America # 334004779690, a nombre de Norma Galindo, pueden anotar en la hoja de depósito que es una donación.