No leía las cartas de su madre

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Sin temor a destrozar el corazón de su madre, un joven había dejado la casa paterna para «vivir su vida» sin prohibiciones, muy lejos, en China. Cuando el joven murió, las autoridades encontraron una voluminosa cantidad de cartas sin abrir entre sus papeles. Eran las cartas de su madre. Decidieron devolvérselas; así ella se enteró de la muerte de su hijo y de este terrible hecho: las cartas que había enviado a su hijo ni siquiera habían sido abiertas.
¡Qué dolor debió sentir esa madre al constatar el total desinterés de su hijo por ella! ¡Qué crueldad la de ese hijo al despreciar el amor de su propia madre! Esta historia puede parecernos triste e impresionante, sin embargo. ¿Sabe usted que existe una carta que Dios mandó escribir para nosotros, utilizando a hombres fieles? ¿La ha leído usted? ¿Se encontrará cerrada y llena de polvo entre sus enseres cuando usted deje este mundo? Sería muy culpable si fuese así, y mucho más por cuanto esta carta nos trae un mensaje de paz y amor.

Tomemos la Biblia, esa carta de la cual estamos hablando. Escuchemos a Dios hablarnos a través de ella. Aunque la primera lectura pueda ser difícil, hay que perseverar. Dios nos dice que somos pecadores, pero también nos muestra una solución para liberarnos de nuestro pecado. Él dio a su Hijo. Leamos en los Evangelios los pasajes que hablan sobre la crucifixión. Dejemos que la Palabra de Dios penetre en nuestro corazón y recibámosla con fe.

Editor

Rafael Navarro, es Comunicador Social- Periodista de origen colombiano, ha trabajado por más de 30 años en medios de comunicación en español, tanto en Colombia como en Estados Unidos, en la actualidad es editor del periódico El Nuevo Georgia.

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