Nadie dijo que iba a ser fácil

Si ya vimos a Donald Trump arrojando rollos de papel toalla a los damnificados por las tormentas en Puerto Rico, luego de pelear por las redes sociales como cualquier verdulera con la alcaldesa de San Juan y mentándoles la madre a los jugadores negros que no le rinden pleitesía al gran Müller, cualquier cosa puede esperarse.

Y en esa estamos. Los que se autosatisfacen creyendo que Trump será quien haga una reforma migratoria justa o que, por lo menos busque proteger a los dreamers de la deportación y les ponga en bandeja de plata el Acta de los Sueños, no solo es iluso, raya con lo ingenuo.

Trump no está aquí porque sea un hombre sensato. Si llegó a la presidencia es porque este país, tan lleno de miedo contra los falsos caudillos—de los cuales Trump es la mejor muestra-, se inventó la figura de los Colegios Electorales, para que, en momentos como éste, un solo partido llegue a gobernar más de dos períodos, y peor aun si quien antecede es un negro y quien buscaba suceder es una mujer.

Esta semana Trump, quien ha despertado los más bajos sentimientos entre sus electores republicanos la mayoría de ellos racistas y supremacistas solapados, acaba de dar las directrices de lo que para él, debe ser la negociación con ambos partidos del Acta de los Sueños para proteger a los jóvenes que aun tienen DACA de una inminente deportación.

Trump no juega limpio, y no porque sea racista, sino porque es un hombre sin escrúpulos, sin agallas, avaro, descorazonado, perverso y mediocre, y eso le da patente de Corso para comportarse como el canalla que es, mientras su circo sigue minando los cimientos de esta gran nación, sometida ahora a la burla como lo han estado regímenes como el de Venezuela.

Trump había dicho que no condicionaría el Acta de los Sueños a su embeleco del muro en la frontera, pero con lo bipolar que ha demostrado ser, es a lo primero que ha apelado, además de una serie de condicionamientos que solo buscan reafirmar la supremacía de su “raza” por encima de cualquier calamidad que eso pueda causar.

Muchos soñadores tienen ahora su tranquilidad en cuenta regresiva hasta que se venzan sus permisos de trabajo y vuelvan a las sombras de donde los había sacado el presidente Obama, y lo peor no es eso, Trump puede, tiene la autoridad y la complicidad de muchos como él, para irlos a sacar de sus casas y deportarlos, y lo puede hacer!

Hay que estar preparados entonces, como comunidad, con las organizaciones, con las redes de apoyo a los indocumentados, con las oficinas de abogados y sobre todo con el coraje de enfrentar esta amenaza que se cierne desde la Casa Blanca, porque la batalla no es solo contra los indocumentados, es contra todas las comunidades que no representan la raza “superior” del presidente.

Editor

Rafael Navarro, es Comunicador Social- Periodista de origen colombiano, ha trabajado por más de 30 años en medios de comunicación en español, tanto en Colombia como en Estados Unidos, en la actualidad es editor del periódico El Nuevo Georgia.

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