De la lectura tradicional a los Kindle o Ipad

Por: Ivar Lazo, especial para El Nuevo Georgia

Con el paso del tiempo la gente ha cambiado la forma en que compra un libro. Hoy en día si quiere encontrar la última novela de Vargas Llosa, no vaya a una biblioteca ni mucho menos a su librería favorita. Recurre a tu poderoso Kindle o tu multifacético Ipad.

Busque el libro que desea comprar, pague con tu tarjeta de crédito y empiece a descargarlo. La descarga es casi inmediata; ahora puede disfrutar completamente de la obra de su autor favorito.

El proceso de comprar un libro ha sido simplificado a unos simples pasos gracias a la tecnología. Pero no solamente la forma en que se compra un libro ha cambiado, sino también como los leemos.

La lectura de obras literarias se ha convertido hoy en día, en una actividad más de entretenimiento; en otra forma de matar el tiempo. La gente lee en los aeropuertos, en trenes, cuando espera algo o cuando simplemente esta aburrido.

La lectura se ha reducido a una actividad literal y no analítica. Es parecido a la manera en que escuchamos música. Ya nadie compra un disco para sentarse en un sillón y dedicarse solamente a escucharlo, a disfrutar de sus ritmos. Ahora es una herramienta indispensable para poder limpiar la casa, hacer la tarea o leer un libro.

El fácil acceso y la inmensa variedad de libros electrónicos, ha convertido al lector común en analista de cubiertas y no en analista de textos. La gente suele comprar un libro con una caratula bonita y no un titulo intrigante.

El lector de hoy no está preocupado con la calidad del libro. Se preocupa más por la popularidad del mismo o la fama del autor. No busca una buena lectura sino un entretenimiento cómodo y barato.

Los libros convencionales han dejado de ser fuente de sabiduría para convertirse en objetos obsoletos, piezas antiquísimas de colección o modernos adornos para el hogar.

¿Se imaginan un mundo sin libros? No tendríamos bibliotecas, ni librerías. Los autores no podrían firmar sus libros, nos olvidaríamos del olor de sus páginas y su textura. Ya no existirían los bibliómanos y usted se tendría que comprar un Kindle o un Ipad.

Rafael Navarro

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