O nuestros jóvenes estudian; o nos lleva la que nos trajo!
Las desproporciones entre nuestros jóvenes de origen latino y los asiáticos, por ejemplo, siguen en aumento. Mientras los primeros van a la vanguardia en el tema de los niveles de escolaridad y de ingreso a las universidades y posteriores trabajos profesionales bien remunerados, tal pareciera como si cortar “yarda” o lavar platos en McDonalds, para muchos de nuestros chicos fuera el verdadero sueño Americano.
¿Es ofensivo pensar así?
-Claro que es ofensivo, pero eso no le quita lo real. Cada vez más son los jóvenes latinos que desertan de las escuelas secundarias porque “no les gusta” “se aburren”, “no se adaptan” o simplemente les importa un comino. ¿Son la mayoría? – Por fortuna no, pero son un gran número y eso nos causa un gran daño como comunidad, sobre todo cuando, en procesos como el que vivimos ahora, luchamos para ocupar el espacio que nos merecemos como seres humanos.
¿Y por cuál espacio luchamos, por el de cortadores de pasto, barrenderos, jornaleros y trajinados campesinos, o por el aquel que como personas nos devuelva la dignidad, el respeto, el decoro y la participación social y política que nos lleve de la mano con los principios de igual y justicia que tanto se pregona en estas tierras?
No quiere decir que los trabajos con los que ejemplificamos esta nota sean deshonrosos, pero tampoco hagamos el papel de tontos. Con ese tipo de labores se sostiene parte de la economía del país, se abaratan los productos de la canasta familiar y se engordan los bolsillos de las corporaciones, pero como grupo social no nos llevan a ningún lado.
En Georgia, por ejemplo, las estadísticas indican que el 56% de los estudiantes de las escuelas públicas ya no son blancos. Eso quiere decir que son negros, latinos y asiáticos. Como comunidad representamos solo el 9% del total de la población estatal, pero en algunos distritos escolares como el del condado de Hall, la presencia hispana es asombrosa, hay escuelas donde más del 70% son hispanos. Ese mismo fenómeno lo vemos en algunas escuelas primarias de Gwinnett, pero en las secundarias esos niveles ya no se mantienen.
Nuestros jóvenes se están saliendo de las escuelas para irse a lavar platos y lo paradójico es que muchos “son felices” ¿Y sus padres? – Están bien, gracias!
El tránsito de la secundaria a la universidad es otro rollo, los jóvenes que sobreviven a la graduación, en un gran número, lo primero que se les ocurre decir es que, “ir a la universidad es muy caro” Y así es. Estados Unidos, a diferencia de otros países tiene uno de los sistemas educativos más caros, pero al mismo tiempo conseguir becas por méritos propios, es de lo más común del mundo.
Aquí hay beca para todo, el problema es que, tanto los jóvenes como sus padres, quieren que todas esas cosas se les lleve a su casa, se les envíe por correo en un sobre perfumado o se les aparezca un ángel sin ellos mover un dedo y sin haber tenido un buen desempeño académico.
Muchos de nuestros jóvenes, aunque nos duela decirlo, ni siquiera les ha dado la gana de hacer los trámites de la Acción Diferida, y otros, salieron con el argumento de que $ 465 era demasiado dinero, y cuando son arrestados por las policías locales conduciendo sin licencia, consiguen hasta 2,000 dólares en cuestión de horas, sin que les remuerda la conciencia.
La responsabilidad que tenemos como padres de familia, no es solo la de llevar el dinero a la casa y gastarse el resto en 8 cartones de cerveza los fines de semana. Si queremos ganarnos el verdadero espacio por el que luchamos, tenemos que incentivar entre todos, que nuestros jóvenes no dejen la escuela, sigan una carrera profesional y dejen de estar haciendo los trabajos que ya sus padres están hartos de hacer por años, desde que llegaron a esta país para darles una mejor calidad de vida, a quienes hoy se niegan a querer seguir estudiando.