¿Realmente siempre?
Ayer el sol brillaba y me sentía en plena forma. Estaba feliz y muy dispuesto a vivir esta bella exhortación: “Regocijaos en el Señor siempre”.
Pero esta mañana me levanté con un fuerte dolor de cabeza. Llueve a cántaros; fui a mi trabajo y tuve una pequeña y ridícula discusión con alguien. No siento ni la más mínima alegría. Al contrario, mi ánimo está por el piso. Pienso nuevamente en el pasaje que tanto me alegró ayer:
Regocijaos siempre… ¡Imposible cuando se acumulan las dificultades!, me digo. Regocijaos en el Señor. ¡Sí, con tal que en general todo vaya más o menos bien!
Pero, ¿qué dice exactamente la Palabra? “Regocijaos en el Señor siempre”. Las expresiones siempre y en el Señor se complementan, son inseparables.
Para que un creyente pueda realmente regocijarse siempre, tiene que ser en el Señor. Nosotros somos fluctuantes, pero el Señor no cambia. Todo creyente encuentra una fuente de gozo duradero en Su gloriosa Persona, en lo que Él es y en lo que hace, pues este gozo no depende del buen o mal tiempo, ni de nuestros sentimientos o estados de ánimo.
¡Dirijamos nuestras miradas hacia él, si queremos gozarnos siempre!